Summary: La masa salarial ha crecido un 30% desde el año 2008, pero es un espejismo provocado por la inflación y el aumento de la población. Por el contrario, la renta real por habitante sigue un 3% por debajo y el consumo ha caído más de un 6%

La recuperación que nunca llega: la renta de las familias todavía es inferior a la de hace 18 años

Source: Javier G. Jorrín - 1970-01-01T00:00:00Z

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La economía española no deja de marcar registros históricos: 21 millones de trabajadores, 1,5 billones de PIB, 630.000 millones de ingresos públicos… La situación nunca fue tan boyante, pero esta afirmación genera una disociación con la realidad que vivieron las familias en España hace dos décadas. En los primeros años del siglo XXI era difícil pagar una ronda con los amigos en el bar porque todos querían invitar. Del "camarero, cóbrate de aquí —billete de cien euros—", al "yo pago menos que no he tomado copa".

El crecimiento de los agregados macroeconómicos se explica por el aumento de la población española y por la inflación. En las últimas dos décadas, España ha ganado más de seis millones de habitantes, un incremento del 15%. Y la inflación acumulada supera el 53%. Esta subida de los precios y de los habitantes explica por qué los datos económicos han aumentado hasta llegar a máximos históricos. Sin embargo, la renta y la capacidad de compra de cada uno de los ciudadanos todavía no se ha recuperado.

De hecho, la renta disponible per cápita de 2023 fue de 19.200 euros, una cifra idéntica a la de 2004, casi dos décadas antes. Todos los años que van desde 2005 hasta 2009 los residentes tuvieron una renta disponible superior a la actual. Esto significa que España no solo no ha recuperado el nivel de vida que había en el pico de la burbuja inmobiliaria, sino que ha retrocedido casi 20 años.

Y eso a pesar de que en 2023 las familias lograron un importante aumento de su renta gracias a la subida de los salarios y las prestaciones públicas y a la creación de empleo. En total, la renta disponible real per cápita aumentó casi un 6% el año pasado. El crecimiento del consumo, sobre todo en ocio y turismo, es el mejor reflejo de la mejora de la situación financiera de las familias. Pero, aun así, su renta disponible siguió siendo un 3% inferior a la del año 2008. En ese año, la renta disponible per cápita alcanzó los 19.800 euros a precios actuales.

La mayor parte de esta caída se explica por el deterioro acumulado de los salarios. Aunque la masa total de retribuciones ha aumentado casi un 30% desde el pico de la burbuja, si se observa en precios corrientes y per cápita, lejos de subir ha caído un 6%. Toda la creación de empleo hasta máximos históricos no es suficiente para garantizar un nivel de ingresos salariales como el que llegó a existir hace 15 años.

La comparativa europea

Esta situación de España no es una anomalía en Europa, ya que tanto Italia como Grecia se encuentran en la misma situación. Los ajustes que tuvieron que hacer los tres países tras el estallido de la burbuja inmobiliaria todavía no se han recuperado. Aunque sus economías han crecido de forma cuantitativa, no lo han hecho de forma cualitativa. Esto es, hay más trabajadores que nunca, pero su nivel de vida no ha vuelto a ser el mismo.

Pero no todos los países del sur de Europa están en la misma situación. En Portugal la renta disponible ha crecido un 9% y los salarios per cápita, un 17%. El país ha sido un ejemplo a nivel comunitario de la gestión de la crisis y, sobre todo, de los años de crecimiento económico. Las reformas estructurales para fomentar el crecimiento unido a las medidas sociales para redistribuir la renta han sido exitosas y han conseguido elevar el nivel de vida del país. Y en su caso sí, hasta niveles nunca vistos.

El principal impulso de la renta de los hogares en España en la última década procede de las prestaciones sociales, en especial de las pensiones. El envejecimiento y la generosidad del sistema público español provoca que el gasto público en transferencias a los hogares se haya disparado en los últimos años. En concreto, las prestaciones monetarias recibidas han aumentado un 25% desde el año 2008, hasta un total de 5.600 euros al año de media por habitante.

Este incremento del gasto se ha financiado, en gran medida, con déficit y deuda. Esto es, ha supuesto un aumento de la renta disponible de las familias, pero también un pasivo para las Administraciones Públicas. También se ha financiado con recortes en otras partidas, en especial, en inversión pública. Decisiones que han servido para mantener el dinamismo del gasto corriente, pero que han frenado el crecimiento potencial del país.

¿Y cuándo volveremos a 2008?

El progreso económico de la humanidad anticipa que España volverá algún día a recuperar el nivel de vida que tuvo en el año 2008. Pero no será en el corto plazo. Sobre todo si se mide el nivel de vida en términos de consumo, la distancia hasta los primeros años del siglo XXI todavía está lejos. En todos los ejercicios desde 2003 hasta 2010 se registraron datos de consumo real per cápita superiores a los de 2023.

La brecha con el pico de la burbuja inmobiliaria asciende al 7,3%. Esto es, por cada 100 euros de gasto hace quince años, actualmente se gastan 92,7 euros. La diferencia del consumo es superior a la de la renta disponible porque en esos años las familias financiaban con créditos una parte de su tren de vida. Eso ya no ocurre, de hecho, los hogares están ahorrando como nunca para seguir desendeudándose.

La suma de una mayor renta disponible y el crédito al consumo explican que el nivel de gasto actual siga muy lejos de los registros de la burbuja inmobiliaria. Una brecha que tardará años en cerrarse si se atiende a la tendencia de los últimos años. De hecho, el consumo real del año 2023 todavía seguía un 4% por debajo de los niveles previos a la pandemia.

Para que el consumo de los hogares vuelva a ser similar al de los años 2000 es necesario que aumenten los salarios, mejore el reparto de la riqueza y que las familias vuelvan a tener confianza en el futuro. En el caso de los salarios, la mayor propensión al consumo se produce en las rentas bajas, por lo que su distribución es clave. Si la masa total de retribuciones aumenta porque suben las más altas, ese dinero se irá directamente a ahorro, pero si suben las más bajas, la gran mayoría se destinará a consumo.

Lo mismo ocurre con el reparto de la riqueza. Los incrementos de consumo en los propietarios del patrimonio, que coincide con las generaciones de edad avanzada, suele ser muy lento. Por el contrario, quienes tienen mayor propensión al consumo, los jóvenes, no tienen renta disponible suficiente porque destinan una buena parte de su renta a pagar su vivienda. Este reparto de la riqueza también juega en contra de la recuperación del consumo nacional y explica que una buena parte de la ciudadanía siga viviendo peor que en los años 2000.

Se ha creado mucho empleo, pero los salarios no son los que fueron

Por último, la confianza en el futuro también es clave. Desde la crisis financiera existe una preferencia por el ahorro que se ha vuelto irracional. En los años posteriores al estallido de la burbuja, este comportamiento era coherente, porque las familias tenían que repagar la deuda acumulada. Pero actualmente su pasivo apenas supera el 40% del PIB, mínimo desde 2001, por lo que su insistencia en el ahorro ha dejado de tener sentido económico.

Este comportamiento evidencia que la economía de las familias todavía no se ha recuperado. Se ha creado mucho empleo, pero los salarios no son los que fueron y las dudas sobre la solvencia de las cuentas públicas por la deuda acumulada y el déficit de las pensiones empujan a la prudencia y al ahorro. En definitiva, la caída del nivel de vida en España se explica por un deterioro de la renta y también por el temor a un futuro incierto.